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From the Books

Parábola del hijo perdido

11 »Un hombre tenía dos hijos —continuó Jesús—. 12 El menor de ellos le dijo a su padre: “Papá, dame lo que me toca de la herencia”. Así que el padre repartió sus bienes entre los dos. 13 Poco después el hijo menor juntó todo lo que tenía y se fue a un país lejano; allí vivió desenfrenadamente y derrochó su herencia.

14 »Cuando ya lo había gastado todo, sobrevino una gran escasez en la región, y él comenzó a pasar necesidad. 15 Así que fue y consiguió empleo con un ciudadano de aquel país, quien lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. 16 Tanta hambre tenía que hubiera querido llenarse el estómago con la comida que daban a los cerdos, pero aun así nadie le daba nada. 17 Por fin recapacitó y se dijo: “¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen comida de sobra, y yo aquí me muero de hambre! 18 Tengo que volver a mi padre y decirle: Papá, he pecado contra el cielo y contra ti. 19 Ya no merezco que se me llame tu hijo; trátame como si fuera uno de tus jornaleros”. 20 Así que emprendió el viaje y se fue a su padre.

»Todavía estaba lejos cuando su padre lo vio y se compadeció de él; salió corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo besó. 21 El joven le dijo: “Papá, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco que se me llame tu hijo”.[c] 22 Pero el padre ordenó a sus siervos: “¡Pronto! Traigan la mejor ropa para vestirlo. Pónganle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies. 23 Traigan el ternero más gordo y mátenlo para celebrar un banquete. 24 Porque este hijo mío estaba muerto, pero ahora ha vuelto a la vida; se había perdido, pero ya lo hemos encontrado”. Así que empezaron a hacer fiesta.

25 »Mientras tanto, el hijo mayor estaba en el campo. Al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música del baile. 26 Entonces llamó a uno de los siervos y le preguntó qué pasaba. 27 “Ha llegado tu hermano —le respondió—, y tu papá ha matado el ternero más gordo porque ha recobrado a su hijo sano y salvo”. 28 Indignado, el hermano mayor se negó a entrar. Así que su padre salió a suplicarle que lo hiciera. 29 Pero él le contestó: “¡Fíjate cuántos años te he servido sin desobedecer jamás tus órdenes, y ni un cabrito me has dado para celebrar una fiesta con mis amigos! 30 ¡Pero ahora llega ese hijo tuyo, que ha despilfarrado tu fortuna con prostitutas, y tú mandas matar en su honor el ternero más gordo!”

31 »“Hijo mío —le dijo su padre—, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo. 32 Pero teníamos que hacer fiesta y alegrarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto, pero ahora ha vuelto a la vida; se había perdido, pero ya lo hemos encontrado”».

Lucas 15:11-32

14 El Señor habló con Moisés y le dijo: «Ordénales a los israelitas que regresen y acampen frente a Pi Ajirot, entre Migdol y el mar. Que acampen junto al mar, frente a Baal Zefón. El faraón va a pensar: “Los israelitas andan perdidos en esa tierra. ¡El desierto los tiene acorralados!” Yo, por mi parte, endureceré el corazón del faraón para que él los persiga. Voy a cubrirme de gloria, a costa del faraón y de todo su ejército. ¡Y los egipcios sabrán que yo soy el Señor!»

Así lo hicieron los israelitas. Y cuando el rey de Egipto se enteró de que el pueblo se había escapado, tanto él como sus funcionarios cambiaron de parecer en cuanto a los israelitas y dijeron: «¡Pero qué hemos hecho! ¿Cómo pudimos dejar que se fueran los israelitas y abandonaran su trabajo?» Al momento ordenó el faraón que le prepararan su carro y, echando mano de su ejército, se llevó consigo seiscientos de los mejores carros y todos los demás carros de Egipto, cada uno de ellos bajo el mando de un oficial.

El Señor endureció el corazón del faraón, rey de Egipto, para que saliera en persecución de los israelitas, los cuales marchaban con aire triunfal. Todo el ejército del faraón —caballos, carros, jinetes[a] y tropas de Egipto— salió tras los israelitas y les dio alcance cuando estos acampaban junto al mar, cerca de Pi Ajirot y frente a Baal Zefón.

10 El faraón iba acercándose. Cuando los israelitas se fijaron y vieron a los egipcios pisándoles los talones, sintieron mucho miedo y clamaron al Señor. 11 Entonces le reclamaron a Moisés:

—¿Acaso no había sepulcros en Egipto, que nos sacaste de allá para morir en el desierto? ¿Qué has hecho con nosotros? ¿Para qué nos sacaste de Egipto? 12 Ya en Egipto te decíamos: “¡Déjanos en paz! ¡Preferimos servir a los egipcios!” ¡Mejor nos hubiera sido servir a los egipcios que morir en el desierto!

13 —No tengan miedo —les respondió Moisés—. Mantengan sus posiciones, que hoy mismo serán testigos de la salvación que el Señor realizará en favor de ustedes. A esos egipcios que hoy ven, ¡jamás volverán a verlos! 14 Ustedes quédense quietos, que el Señor presentará batalla por ustedes.

15 Pero el Señor le dijo a Moisés: «¿Por qué clamas a mí? ¡Ordena a los israelitas que se pongan en marcha! 16 Y tú, levanta tu vara, extiende tu brazo sobre el mar y divide las aguas, para que los israelitas lo crucen sobre terreno seco. 17 Yo voy a endurecer el corazón de los egipcios, para que los persigan. ¡Voy a cubrirme de gloria a costa del faraón y de su ejército, y de sus carros y jinetes! 18 Y cuando me haya cubierto de gloria a costa de ellos, los egipcios sabrán que yo soy el Señor».

19 Entonces el ángel de Dios, que marchaba al frente del ejército israelita, se dio vuelta y fue a situarse detrás de este. Lo mismo sucedió con la columna de nube, que dejó su puesto de vanguardia y se desplazó hacia la retaguardia, 20 quedando entre los egipcios y los israelitas. Durante toda la noche, la nube fue oscuridad para unos y luz para otros, así que en toda esa noche no pudieron acercarse los unos a los otros.

21 Moisés extendió su brazo sobre el mar, y toda la noche el Señor envió sobre el mar un recio viento del este que lo hizo retroceder, convirtiéndolo en tierra seca. Las aguas del mar se dividieron, 22 y los israelitas lo cruzaron sobre tierra seca. El mar era para ellos una muralla de agua a la derecha y otra a la izquierda.

23 Los egipcios los persiguieron. Todos los caballos y carros del faraón, y todos sus jinetes, entraron en el mar tras ellos. 24 Cuando ya estaba por amanecer, el Señor miró al ejército egipcio desde la columna de fuego y de nube, y sembró la confusión entre ellos: 25 hizo que las ruedas de sus carros se atascaran, de modo que se les hacía muy difícil avanzar. Entonces exclamaron los egipcios: «¡Alejémonos de los israelitas, pues el Señor está peleando por ellos y contra nosotros!»

26 Entonces el Señor le dijo a Moisés: «Extiende tu brazo sobre el mar, para que las aguas se vuelvan contra los egipcios y contra sus carros y jinetes». 27 Moisés extendió su brazo sobre el mar y, al despuntar el alba, el agua volvió a su estado normal. Los egipcios, en su huida, se toparon con el mar, y así el Señor los hundió en el fondo del mar. 28 Al recobrar las aguas su estado normal, se tragaron a todos los carros y jinetes del faraón, y a todo el ejército que había entrado al mar para perseguir a los israelitas. Ninguno de ellos quedó con vida. 29 Los israelitas, sin embargo, cruzaron el mar sobre tierra seca, pues para ellos el mar formó una muralla de agua a la derecha y otra a la izquierda.

30 En ese día el Señor salvó a Israel del poder de Egipto. Los israelitas vieron los cadáveres de los egipcios tendidos a la orilla del mar. 31 Y al ver los israelitas el gran poder que el Señor había desplegado en contra de los egipcios, temieron al Señor y creyeron en él y en su siervo Moisés.

Éxodo14:1-31

Los israelitas exploran Canaán

13 El Señor le dijo a Moisés: «Quiero que envíes a algunos de tus hombres a explorar la tierra que estoy por entregar a los israelitas. De cada tribu enviarás a un líder que la represente».

De acuerdo con la orden del Señor, Moisés los envió desde el desierto de Parán. Todos ellos eran jefes en Israel, y estos son sus nombres:

Samúa hijo de Zacur, de la tribu de Rubén;

Safat hijo de Horí, de la tribu de Simeón;

Caleb hijo de Jefone, de la tribu de Judá;

Igal hijo de José, de la tribu de Isacar;

Oseas hijo de Nun, de la tribu de Efraín;

Palti hijo de Rafú, de la tribu de Benjamín;

10 Gadiel hijo de Sodi, de la tribu de Zabulón;

11 Gadí hijo de Susi, de la tribu de Manasés (una de las tribus de José);

12 Amiel hijo de Guemalí, de la tribu de Dan;

13 Setur hijo de Micael, de la tribu de Aser;

14 Najbí hijo de Vapsi, de la tribu de Neftalí;

15 Geuel hijo de Maquí, de la tribu de Gad.

16 Estos son los nombres de los líderes que Moisés envió a explorar la tierra. (A Oseas hijo de Nun, Moisés le cambió el nombre y le puso Josué).

17 Cuando Moisés los envió a explorar la tierra de Canaán, les dijo: «Suban por el Néguev, hasta llegar a la montaña. 18 Exploren el país, y fíjense cómo son sus habitantes, si son fuertes o débiles, muchos o pocos. 19 Averigüen si la tierra en que viven es buena o mala, y si sus ciudades son abiertas o amuralladas. 20 Examinen el terreno, y vean si es fértil o estéril, y si tiene árboles o no. ¡Adelante! Traigan algunos frutos del país».

Esa era la temporada en que maduran las primeras uvas.

21 Los doce hombres se fueron y exploraron la tierra, desde el desierto de Zin hasta Rejob, cerca de Lebó Jamat.[a] 22 Subieron por el Néguev y llegaron a Hebrón, donde vivían Ajimán, Sesay y Talmay, descendientes de Anac. (Hebrón había sido fundada siete años antes que la ciudad egipcia de Zoán). 23 Cuando llegaron al valle del arroyo Escol,[b] cortaron un sarmiento que tenía un solo racimo de uvas, y entre dos lo llevaron colgado de una vara. También cortaron granadas e higos. 24 Por el racimo que estos israelitas cortaron, a ese lugar se le llamó Valle de Escol.

Informe de los exploradores

25 Al cabo de cuarenta días los doce hombres regresaron de explorar aquella tierra. 26 Volvieron a Cades, en el desierto de Parán, que era donde estaban Moisés, Aarón y toda la comunidad israelita, y les presentaron a todos ellos un informe, y les mostraron los frutos de esa tierra. 27 Este fue el informe:

—Fuimos al país al que nos enviaste, ¡y por cierto que allí abundan la leche y la miel! Aquí pueden ver sus frutos. 28 Pero el pueblo que allí habita es poderoso, y sus ciudades son enormes y están fortificadas. Hasta vimos anaquitas allí. 29 Los amalecitas habitan el Néguev; los hititas, jebuseos y amorreos viven en la montaña, y los cananeos ocupan la zona costera y la ribera del río Jordán.

30 Caleb hizo callar al pueblo ante Moisés, y dijo:

—Subamos a conquistar esa tierra. Estoy seguro de que podremos hacerlo.

31 Pero los que habían ido con él respondieron:

—No podremos combatir contra esa gente. ¡Son más fuertes que nosotros!

32 Y comenzaron a esparcir entre los israelitas falsos rumores acerca de la tierra que habían explorado. Decían:

—La tierra que hemos explorado se traga a sus habitantes, y los hombres que allí vimos son enormes. 33 ¡Hasta vimos anaquitas! Comparados con ellos, parecíamos langostas, y así nos veían ellos a nosotros.

El fuego del Señor en Taberá

11 Un día, el pueblo se quejó de sus penalidades que estaba sufriendo. Al oírlos el Señor, ardió en ira y su fuego consumió los alrededores del campamento. Entonces el pueblo clamó a Moisés, y este oró al Señor por ellos y el fuego se apagó. Por eso aquel lugar llegó a ser conocido como Taberá,[a] pues el fuego del Señor ardió entre ellos.

Queja del pueblo en Quibrot Hatavá

Al populacho que iba con ellos le vino un apetito voraz. Y también los israelitas volvieron a llorar, y dijeron: «¡Quién nos diera carne! ¡Cómo echamos de menos el pescado que comíamos gratis en Egipto! ¡También comíamos pepinos y melones, y puerros, cebollas y ajos! Pero ahora, tenemos reseca la garganta; ¡y no vemos nada que no sea este maná!»

A propósito, el maná se parecía a la semilla del cilantro y brillaba como la resina. El pueblo salía a recogerlo, y lo molía entre dos piedras, o bien lo machacaba en morteros, y lo cocía en una olla o hacía pan con él. Sabía a pan amasado con aceite. Por la noche, cuando el rocío caía sobre el campamento, también caía el maná.

Queja de Moisés en Quibrot Hatavá

10 Moisés escuchó que las familias del pueblo lloraban, cada una a la entrada de su tienda, con lo cual hacían que la ira del Señor se encendiera en extremo. Entonces, muy disgustado, 11 Moisés oró al Señor:

—Si yo soy tu siervo, ¿por qué me perjudicas? ¿Por qué me niegas tu favor y me obligas a cargar con todo este pueblo? 12 ¿Acaso yo lo concebí, o lo di a luz, para que me exijas que lo lleve en mi regazo, como si fuera su nodriza, y lo lleve hasta la tierra que les prometiste a sus antepasados? 13 Todo este pueblo viene llorando a pedirme carne. ¿De dónde voy a sacarla? 14 Yo solo no puedo con todo este pueblo. ¡Es una carga demasiado pesada para mí! 15 Si este es el trato que vas a darme, ¡me harás un favor si me quitas la vida! ¡Así me veré libre de mi desgracia!

El Señor le responde a Moisés

16 El Señor le respondió a Moisés:

—Tráeme a setenta ancianos de Israel, y asegúrate de que sean ancianos y gobernantes del pueblo. Llévalos a la Tienda de reunión, y haz que esperen allí contigo. 17 Yo descenderé para hablar contigo, y compartiré con ellos el Espíritu que está sobre ti, para que te ayuden a llevar la carga que te significa este pueblo. Así no tendrás que llevarla tú solo.

18 »Al pueblo solo le dirás lo siguiente: “Santifíquense para mañana, pues van a comer carne. Ustedes lloraron ante el Señor, y le dijeron: ‘¡Quién nos diera carne! ¡En Egipto la pasábamos mejor!’ Pues bien, el Señor les dará carne, y tendrán que comérsela. 19 No la comerán un solo día, ni dos, ni cinco, ni diez, ni veinte, 20 sino todo un mes, hasta que les salga por las narices y les provoque náuseas. Y esto, por haber despreciado al Señor, que está en medio de ustedes, y por haberle llorado, diciendo: ‘¿Por qué tuvimos que salir de Egipto?’ ”»

La palabra de Dios se cumple

21 Moisés replicó:

—Me encuentro en medio de un ejército de seiscientos mil hombres, ¿y tú hablas de darles carne todo un mes? 22 Aunque se les degollaran rebaños y manadas completas, ¿les alcanzaría? Y aunque se les pescaran todos los peces del mar, ¿eso les bastaría?

23 El Señor le respondió a Moisés:

—¿Acaso el poder del Señor es limitado? ¡Pues ahora verás si te cumplo o no mi palabra!

24 Moisés fue y le comunicó al pueblo lo que el Señor le había dicho. Después juntó a setenta ancianos del pueblo, y se quedó esperando con ellos alrededor de la Tienda de reunión. 25 El Señor descendió en la nube y habló con Moisés, y compartió con los setenta ancianos el Espíritu que estaba sobre él. Cuando el Espíritu descansó sobre ellos, se pusieron a profetizar. Pero esto no volvió a repetirse.

26 Dos de los ancianos se habían quedado en el campamento. Uno se llamaba Eldad y el otro Medad. Aunque habían sido elegidos, no acudieron a la Tienda de reunión. Sin embargo, el Espíritu descansó sobre ellos y se pusieron a profetizar dentro del campamento. 27 Entonces un muchacho corrió a contárselo a Moisés:

—¡Eldad y Medad están profetizando dentro del campamento!

28 Josué hijo de Nun, uno de los siervos escogidos de Moisés, exclamó:

—¡Moisés, señor mío, detenlos!

29 Pero Moisés le respondió:

—¿Estás celoso por mí? ¡Cómo quisiera que todo el pueblo del Señor profetizara, y que el Señor pusiera su Espíritu en todos ellos!

30 Entonces Moisés y los ancianos regresaron al campamento.

Las codornices

31 El Señor desató un viento que trajo codornices del mar y las dejó caer sobre el campamento. Las codornices cubrieron los alrededores del campamento, en una superficie de casi un día de camino y a una altura de casi un metro[b] sobre la superficie del suelo. 32 El pueblo estuvo recogiendo codornices todo ese día y toda esa noche, y todo el día siguiente. ¡Ninguno recogió menos de dos toneladas![c] Después las distribuyeron por todo el campamento.

33 Ni siquiera habían empezado a masticar la carne que tenían en la boca cuando la ira del Señor se encendió contra el pueblo y los hirió con un horrendo castigo. 34 Por eso llamaron a ese lugar Quibrot Hatavá,[d] porque allí fue sepultado el pueblo glotón.

35 Desde Quibrot Hatavá el pueblo partió rumbo a Jazerot, y allí se quedó.

El agua de la roca

17 Toda la comunidad israelita partió del desierto de Sin por etapas, según lo había ordenado el Señor. Acamparon en Refidín, pero no había allí agua para que bebieran, así que altercaron con Moisés.

—Danos agua para beber —le exigieron.

—¿Por qué pelean conmigo? —se defendió Moisés—. ¿Por qué provocan al Señor?

Pero los israelitas estaban sedientos, y murmuraron contra Moisés.

—¿Para qué nos sacaste de Egipto? —reclamaban—. ¿Solo para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestro ganado?

Clamó entonces Moisés al Señor, y le dijo:

—¿Qué voy a hacer con este pueblo? ¡Solo falta que me maten a pedradas!

—Adelántate al pueblo —le aconsejó el Señor— y llévate contigo a algunos ancianos de Israel, pero lleva también la vara con que golpeaste el Nilo. Ponte en marcha, que yo estaré esperándote junto a la roca que está en Horeb. Aséstale un golpe a la roca, y de ella brotará agua para que beba el pueblo.

Así lo hizo Moisés, a la vista de los ancianos de Israel. Además, a ese lugar lo llamó Masá,[a] y también Meribá,[b] porque los israelitas habían altercado con él y provocado al Señor al decir: «¿Está o no está el Señor entre nosotros?»

39 Los que pasaban meneaban la cabeza y blasfemaban contra él:

40 —Tú, que destruyes el templo y en tres días lo reconstruyes, ¡sálvate a ti mismo! ¡Si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz!

41 De la misma manera se burlaban de él los jefes de los sacerdotes, junto con los maestros de la ley y los ancianos.

42 —Salvó a otros —decían—, ¡pero no puede salvarse a sí mismo! ¡Y es el Rey de Israel! Que baje ahora de la cruz, y así creeremos en él. 43 Él confía en Dios; pues que lo libre Dios ahora, si de veras lo quiere. ¿Acaso no dijo: “Yo soy el Hijo de Dios”?

44 Así también lo insultaban los bandidos que estaban crucificados con él.

Muerte de Jesús

45 Desde el mediodía y hasta la media tarde[e] toda la tierra quedó en oscuridad. 46 Como a las tres de la tarde,[f] Jesús gritó con fuerza:

Elí, Elí,[g] ¿lama sabactani? (que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”).[h]

47 Cuando lo oyeron, algunos de los que estaban allí dijeron:

—Está llamando a Elías.

48 Al instante uno de ellos corrió en busca de una esponja. La empapó en vinagre, la puso en una caña y se la ofreció a Jesús para que bebiera

Mateo 27;39-48

16 Los soldados llevaron a Jesús al interior del palacio (es decir, al pretorio) y reunieron a toda la tropa. 17 Le pusieron un manto de color púrpura; luego trenzaron una corona de espinas, y se la colocaron.

18 —¡Salve, rey de los judíos! —lo aclamaban.

19 Lo golpeaban en la cabeza con una caña y le escupían. Doblando la rodilla, le rendían homenaje. 20 Después de burlarse de él, le quitaron el manto y le pusieron su propia ropa. Por fin, lo sacaron para crucificarlo.

Marcos 15;16-20

34 sino que uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante le brotó sangre y agua.

Juan 19;34

23 A quienes les perdonen sus pecados, les serán perdonados; a quienes no se los perdonen, no les serán perdonados.

Jesús se aparece a Tomás

24 Tomás, al que apodaban el Gemelo,[b] y que era uno de los doce, no estaba con los discípulos cuando llegó Jesús.

Juan 20;23-24

Al director musical. Sígase la tonada de «La cierva de la aurora». Salmo de David.

22 Dios mío, Dios mío,
    ¿por qué me has abandonado?
Lejos estás para salvarme,
    lejos de mis palabras de lamento.
Dios mío, clamo de día y no me respondes;
    clamo de noche y no hallo reposo.

Pero tú eres santo, tú eres rey,
    ¡tú eres la alabanza de Israel!
En ti confiaron nuestros padres;
    confiaron, y tú los libraste;
a ti clamaron, y tú los salvaste;
    se apoyaron en ti, y no los defraudaste.

Pero yo, gusano soy y no hombre;
    la gente se burla de mí,
    el pueblo me desprecia.
Cuantos me ven, se ríen de mí;
    lanzan insultos, meneando la cabeza:
«Este confía en el Señor,
    ¡pues que el Señor lo ponga a salvo!
Ya que en él se deleita,
    ¡que sea él quien lo libre!»

Pero tú me sacaste del vientre materno;
    me hiciste reposar confiado
    en el regazo de mi madre.
10 Fui puesto a tu cuidado
    desde antes de nacer;
desde el vientre de mi madre
    mi Dios eres tú.
11 No te alejes de mí,
    porque la angustia está cerca
    y no hay nadie que me ayude.

12 Muchos toros me rodean;
    fuertes toros de Basán me cercan.
13 Contra mí abren sus fauces
    leones que rugen y desgarran a su presa.
14 Como agua he sido derramado;
    dislocados están todos mis huesos.
Mi corazón se ha vuelto como cera,
    y se derrite en mis entrañas.
15 Se ha secado mi vigor como una teja;
    la lengua se me pega al paladar.
    ¡Me has hundido en el polvo de la muerte!
16 Como perros de presa, me han rodeado;
    me ha cercado una banda de malvados;
    me han traspasado[a] las manos y los pies.
17 Puedo contar todos mis huesos;
    con satisfacción perversa
    la gente se detiene a mirarme.
18 Se reparten entre ellos mis vestidos
    y sobre mi ropa echan suertes.

19 Pero tú, Señor, no te alejes;
    fuerza mía, ven pronto en mi auxilio.
20 Libra mi vida de la espada,
    mi preciosa vida del poder de esos perros.
21 Rescátame de la boca de los leones;
    sálvame de[b] los cuernos de los toros.

22 Proclamaré tu nombre a mis hermanos;
    en medio de la congregación te alabaré.
23 ¡Alaben al Señor los que le temen!
    ¡Hónrenlo, descendientes de Jacob!
    ¡Venérenlo, descendientes de Israel!
24 Porque él no desprecia ni tiene en poco
    el sufrimiento del pobre;
no esconde de él su rostro,
    sino que lo escucha cuando a él clama.

25 Tú inspiras mi alabanza en la gran asamblea;
    ante los que te temen cumpliré mis promesas.
26 Comerán los pobres y se saciarán;
    alabarán al Señor quienes lo buscan;
    ¡que su corazón viva para siempre!
27 Se acordarán del Señor y se volverán a él
    todos los confines de la tierra;
    ante él se postrarán
    todas las familias de las naciones,
28 porque del Señor es el reino;
    él gobierna sobre las naciones.

29 Festejarán y adorarán todos los ricos de la tierra;
    ante él se postrarán todos los que bajan al polvo,
    los que no pueden conservar su vida.
30 La posteridad le servirá;
    del Señor se hablará a las generaciones futuras.
31 A un pueblo que aún no ha nacido
    se le dirá que Dios hizo justicia.

Salmos 22;1-31

El Espíritu Santo desciende en Pentecostés

Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, vino del cielo un ruido como el de una violenta ráfaga de viento y llenó toda la casa donde estaban reunidos. Se les aparecieron entonces unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.

Estaban de visita en Jerusalén judíos piadosos, procedentes de todas las naciones de la tierra. Al oír aquel bullicio, se agolparon y quedaron todos pasmados porque cada uno los escuchaba hablar en su propio idioma. Desconcertados y maravillados, decían: «¿No son galileos todos estos que están hablando? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye hablar en su lengua materna? Partos, medos y elamitas; habitantes de Mesopotamia, de Judea y de Capadocia, del Ponto y de Asia, 10 de Frigia y de Panfilia, de Egipto y de las regiones de Libia cercanas a Cirene; visitantes llegados de Roma; 11 judíos y prosélitos; cretenses y árabes: ¡todos por igual los oímos proclamar en nuestra propia lengua las maravillas de Dios!»

12 Desconcertados y perplejos, se preguntaban: «¿Qué quiere decir esto?» 13 Otros se burlaban y decían: «Lo que pasa es que están borrachos».

Pedro se dirige a la multitud

14 Entonces Pedro, con los once, se puso de pie y dijo a voz en cuello: «Compatriotas judíos y todos ustedes que están en Jerusalén, déjenme explicarles lo que sucede; presten atención a lo que les voy a decir. 15 Estos no están borrachos, como suponen ustedes. ¡Apenas son las nueve de la mañana![a] 16 En realidad lo que pasa es lo que anunció el profeta Joel:

17 »“Sucederá que en los últimos días —dice Dios—,
    derramaré mi Espíritu sobre todo el género humano.
Los hijos y las hijas de ustedes profetizarán,
    tendrán visiones los jóvenes
    y sueños los ancianos.
18 En esos días derramaré mi Espíritu
    aun sobre mis siervos y mis siervas,
    y profetizarán.
19 Arriba en el cielo y abajo en la tierra mostraré prodigios:
    sangre, fuego y nubes de humo.
20 El sol se convertirá en tinieblas
    y la luna en sangre
antes que llegue el día del Señor,
    día grande y esplendoroso.
21 Y todo el que invoque el nombre del Señor
    será salvo”.[b]

22 »Pueblo de Israel, escuchen esto: Jesús de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante ustedes con milagros, señales y prodigios, los cuales realizó Dios entre ustedes por medio de él, como bien lo saben. 23 Este fue entregado según el determinado propósito y el previo conocimiento de Dios; y, por medio de gente malvada,[c] ustedes lo mataron, clavándolo en la cruz. 24 Sin embargo, Dios lo resucitó, librándolo de las angustias de la muerte, porque era imposible que la muerte lo mantuviera bajo su dominio. 25 En efecto, David dijo de él:

»“Veía yo al Señor siempre delante de mí,
    porque él está a mi derecha
    para que no caiga.
26 Por eso mi corazón se alegra, y canta con gozo mi lengua;
    mi cuerpo también vivirá en esperanza.
27 No dejarás que mi vida termine en el sepulcro;[d]
    no permitirás que tu santo sufra corrupción.
28 Me has dado a conocer los caminos de la vida;
    me llenarás de alegría en tu presencia”.[e]

29 »Hermanos, permítanme hablarles con franqueza acerca del patriarca David, que murió y fue sepultado, y cuyo sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy. 30 Era profeta y sabía que Dios le había prometido bajo juramento poner en el trono a uno de sus descendientes.[f] 31 Fue así como previó lo que iba a suceder. Refiriéndose a la resurrección del Mesías, afirmó que Dios no dejaría que su vida terminara en el sepulcro, ni que su fin fuera la corrupción. 32 A este Jesús, Dios lo resucitó, y de ello todos nosotros somos testigos. 33 Exaltado por el poder[g] de Dios, y habiendo recibido del Padre el Espíritu Santo prometido, ha derramado esto que ustedes ahora ven y oyen. 34 David no subió al cielo, y sin embargo declaró:

»“Dijo el Señor a mi Señor:
    Siéntate a mi derecha,
35 hasta que ponga a tus enemigos
    por estrado de tus pies”.[h]

36 »Por tanto, sépalo bien todo Israel que a este Jesús, a quien ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Mesías».

37 Cuando oyeron esto, todos se sintieron profundamente conmovidos y les dijeron a Pedro y a los otros apóstoles:

—Hermanos, ¿qué debemos hacer?

38 —Arrepiéntase y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados —les contestó Pedro—, y recibirán el don del Espíritu Santo. 39 En efecto, la promesa es para ustedes, para sus hijos y para todos los extranjeros,[i] es decir, para todos aquellos a quienes el Señor nuestro Dios quiera llamar.

40 Y con muchas otras razones les exhortaba insistentemente:

—¡Sálvense de esta generación perversa!

La comunidad de los creyentes

41 Así, pues, los que recibieron su mensaje fueron bautizados, y aquel día se unieron a la iglesia unas tres mil personas. 42 Se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en la oración. 43 Todos estaban asombrados por los muchos prodigios y señales que realizaban los apóstoles. 44 Todos los creyentes estaban juntos y tenían todo en común: 45 vendían sus propiedades y posesiones, y compartían sus bienes entre sí según la necesidad de cada uno. 46 No dejaban de reunirse en el templo ni un solo día. De casa en casa partían el pan y compartían la comida con alegría y generosidad, 47 alabando a Dios y disfrutando de la estimación general del pueblo. Y cada día el Señor añadía al grupo los que iban siendo salvos.

Bendiciones por la obediencia

28 »Si realmente escuchas al Señor tu Dios, y cumples fielmente todos estos mandamientos que hoy te ordeno, el Señor tu Dios te pondrá por encima de todas las naciones de la tierra. Si obedeces al Señor tu Dios, todas estas bendiciones vendrán sobre ti y te acompañarán siempre:

»Bendito serás en la ciudad,
    y bendito en el campo.

»Benditos serán el fruto de tu vientre,
    tus cosechas, las crías de tu ganado,
los terneritos de tus manadas
    y los corderitos de tus rebaños.

»Benditas serán tu canasta
    y tu mesa de amasar.

»Bendito serás en el hogar,
    y bendito en el camino.[a]

»El Señor te concederá la victoria sobre tus enemigos. Avanzarán contra ti en perfecta formación, pero huirán en desbandada.

»El Señor bendecirá tus graneros, y todo el trabajo de tus manos.

»El Señor tu Dios te bendecirá en la tierra que te ha dado.

»El Señor te establecerá como su pueblo santo, conforme a su juramento, si cumples sus mandamientos y andas en sus caminos. 10 Todas las naciones de la tierra te respetarán al reconocerte como el pueblo del Señor.

11 »El Señor te concederá abundancia de bienes: multiplicará tus hijos, tu ganado y tus cosechas en la tierra que a tus antepasados juró que te daría.

12 »El Señor abrirá los cielos, su generoso tesoro, para derramar a su debido tiempo la lluvia sobre la tierra, y para bendecir todo el trabajo de tus manos. Tú les prestarás a muchas naciones, pero no tomarás prestado de nadie. 13 El Señor te pondrá a la cabeza, nunca en la cola. Siempre estarás en la cima, nunca en el fondo, con tal de que prestes atención a los mandamientos del Señor tu Dios que hoy te mando, y los obedezcas con cuidado. 14 Jamás te apartes de ninguna de las palabras que hoy te ordeno, para seguir y servir a otros dioses.

Maldiciones por la desobediencia

15 »Pero debes saber que, si no obedeces al Señor tu Dios ni cumples fielmente todos sus mandamientos y preceptos que hoy te ordeno, vendrán sobre ti y te alcanzarán todas estas maldiciones:

16 »Maldito serás en la ciudad,
    y maldito en el campo.

17 »Malditas serán tu canasta
    y tu mesa de amasar.

18 »Malditos serán el fruto de tu vientre,
    tus cosechas,
los terneritos de tus manadas
    y los corderitos de tus rebaños.

19 »Maldito serás en el hogar,
    y maldito en el camino.

20 »El Señor enviará contra ti maldición, confusión y fracaso en toda la obra de tus manos, hasta que en un abrir y cerrar de ojos quedes arruinado y exterminado por tu mala conducta y por haberme abandonado.

21 »El Señor te infestará de plagas, hasta acabar contigo en la tierra de la que vas a tomar posesión. 22 El Señor te castigará con epidemias mortales, fiebres malignas e inflamaciones, con calor sofocante y sequía, y con plagas y pestes sobre tus cultivos. Te hostigará hasta que perezcas. 23 Sobre tu cabeza, el cielo será como bronce; bajo tus pies, la tierra será como hierro. 24 En lugar de lluvia, el Señor enviará sobre tus campos polvo y arena; del cielo lloverá ceniza, hasta que seas aniquilado.

25 »El Señor hará que te derroten tus enemigos. Avanzarás contra ellos en perfecta formación, pero huirás en desbandada. ¡Todos los reinos de la tierra te humillarán! 26 Tu cadáver servirá de alimento a las aves de los cielos y a las bestias de la tierra, y no habrá quien las espante.

27 »El Señor te afligirá con tumores y úlceras, como las de Egipto, y con sarna y comezón, y no podrás sanar.

28 »El Señor te hará sufrir de locura, ceguera y delirio. 29 En pleno día andarás a tientas, como ciego en la oscuridad. Fracasarás en todo lo que hagas; día tras día serás oprimido; te robarán y no habrá nadie que te socorra. 30 Estarás comprometido para casarte, pero otro tomará a tu prometida y la violará. Construirás una casa, y no podrás habitarla. Plantarás una viña, pero no podrás gozar de sus frutos. 31 Ante tus propios ojos degollarán a tu buey, y no probarás su carne. Te quitarán tu burro a la fuerza y no te lo devolverán. Tus ovejas pasarán a manos de tus enemigos, y nadie te ayudará a rescatarlas. 32 Tus hijos y tus hijas serán entregados a otra nación; te cansarás de buscarlos, y no los podrás encontrar. 33 Un pueblo desconocido se comerá los frutos de tu tierra y todo el producto de tu trabajo; para ti solo habrá opresión y malos tratos cada día. 34 Tendrás visiones que te enloquecerán.

35 »El Señor te herirá en las rodillas y en las piernas, y con llagas malignas e incurables que te cubrirán todo el cuerpo, desde la planta del pie hasta la coronilla.

36 »El Señor hará que tú y el rey que hayas elegido para gobernarte sean deportados a un país que ni tú ni tus antepasados conocieron. Allí adorarás a otros dioses, dioses de madera y de piedra. 37 Serás motivo de horror y objeto de burla y de ridículo en todas las naciones a las que el Señor te conduzca.

38 »Sembrarás en tus campos mucho, pero cosecharás poco, porque las langostas devorarán tus plantíos. 39 Plantarás viñas y las cultivarás, pero no cosecharás las uvas ni beberás el vino, porque los gusanos se comerán tus vides. 40 Tendrás olivares por todo tu territorio, pero no te ungirás con su aceite, porque se caerán las aceitunas. 41 Tendrás hijos e hijas, pero no podrás retenerlos, porque serán llevados al cautiverio. 42 ¡Enjambres de langostas devorarán todos los árboles y las cosechas de tu tierra!

43 »Los extranjeros que vivan contigo alcanzarán cada vez más poder sobre ti, mientras que tú te irás hundiendo más y más. 44 Ellos serán tus acreedores, y tú serás su deudor. Ellos irán a la cabeza, y tú quedarás rezagado.

45 »Todas estas maldiciones caerán sobre ti. Te perseguirán y te alcanzarán hasta destruirte, porque desobedeciste al Señor tu Dios y no cumpliste sus mandamientos y preceptos. 46 Ellos serán señal y advertencia permanente para ti y para tus descendientes, 47 pues no serviste al Señor tu Dios con gozo y alegría cuando tenías de todo en abundancia. 48 Por eso sufrirás hambre y sed, desnudez y pobreza extrema, y serás esclavo de los enemigos que el Señor enviará contra ti. Ellos te pondrán un yugo de hierro sobre el cuello, y te destruirán por completo.

49 »El Señor levantará contra ti una nación muy lejana, cuyo idioma no podrás entender; vendrá de los confines de la tierra, veloz como un águila. 50 Esta nación tendrá un aspecto feroz y no respetará a los viejos ni se compadecerá de los jóvenes. 51 Devorará las crías de tu ganado y las cosechas de tu tierra, hasta aniquilarte. No te dejará trigo, ni mosto ni aceite, ni terneras en las manadas, ni corderos en los rebaños. ¡Te dejará completamente arruinado! 52 Te acorralará en todas las ciudades de tu tierra; te sitiará hasta que se derrumben esas murallas fortificadas en las que has confiado. ¡Te asediará en toda la tierra y en las ciudades que el Señor tu Dios te ha dado!

53 »Tal será tu sufrimiento durante el sitio de la ciudad que acabarás comiéndote el fruto de tu vientre, ¡la carne misma de los hijos y las hijas que el Señor tu Dios te ha dado! 54 Aun el más tierno y sensible de tus hombres no tendrá compasión de su propio hermano, ni de la esposa que ama, ni de los hijos que todavía le queden, 55 a tal grado que no compartirá con ellos nada de la carne de sus hijos que esté comiendo, pues será todo lo que le quede.

»Tal será la angustia que te hará sentir tu enemigo durante el asedio de todas tus ciudades 56 que aun la más tierna y sensible de tus mujeres, tan sensible y tierna que no se atrevería a rozar el suelo con la planta de los pies, no tendrá compasión de su propio esposo al que ama, ni de sus hijos ni de sus hijas. 57 No compartirá el hijo que acaba de parir, ni su placenta, sino que se los comerá en secreto, pues será lo único que le quede. ¡Tal será la angustia que te hará sentir tu enemigo durante el asedio de todas tus ciudades!

58 »Si no te empeñas en practicar todas las palabras de esta ley, que están escritas en este libro, ni temes al Señor tu Dios, ¡nombre glorioso e imponente!, 59 el Señor enviará contra ti y contra tus descendientes plagas terribles y persistentes, y enfermedades malignas e incurables. 60 Todas las plagas de Egipto, que tanto horror te causaron, vendrán sobre ti y no te darán respiro.

61 »El Señor también te enviará, hasta exterminarte, toda clase de enfermedades y desastres no registrados en este libro de la ley. 62 Y tú, que como pueblo fuiste tan numeroso como las estrellas del cielo, quedarás reducido a unos cuantos por no haber obedecido al Señor tu Dios. 63 Así como al Señor le agradó multiplicarte y hacerte prosperar, también le agradará arruinarte y destruirte. ¡Serás arrancado de raíz, de la misma tierra que ahora vas a poseer!

64 »El Señor te dispersará entre todas las naciones, de uno al otro extremo de la tierra. Allí adorarás a otros dioses, dioses de madera y de piedra, que ni tú ni tus antepasados conocieron. 65 En esas naciones no hallarás paz ni descanso. El Señor mantendrá angustiado tu corazón; tus ojos se cansarán de anhelar, y tu corazón perderá toda esperanza. 66 Noche y día vivirás en constante zozobra, lleno de terror y nunca seguro de tu vida. 67 Debido a las visiones que tendrás y al terror que se apoderará de ti, dirás en la mañana: “¡Si tan solo fuera de noche!”, y en la noche: “¡Si tan solo fuera de día!” 68 Y aunque el Señor te prometió que jamás volverías por el camino de Egipto, te hará volver en barcos. Allá te ofrecerás a tus enemigos como esclavo, y no habrá nadie que quiera comprarte».

La renovación del pacto

29 Estos son los términos del pacto que, por orden del Señor, hizo Moisés en Moab con los israelitas, además del pacto que ya había hecho con ellos en Horeb. Moisés convocó a todos los israelitas y les dijo:

«Ustedes vieron todo lo que el Señor hizo en Egipto con el faraón y sus funcionarios, y con todo su país. Con sus propios ojos vieron aquellas grandes pruebas, señales y maravillas. Pero hasta este día el Señor no les ha dado mente para entender, ni ojos para ver, ni oídos para oír. Durante los cuarenta años que los guié a través del desierto, no se les desgastó la ropa ni el calzado. No comieron pan ni bebieron vino ni ninguna bebida fermentada. Esto lo hice para que supieran que yo soy el Señor su Dios.

»Cuando llegaron a este lugar, Sijón, rey de Hesbón, y Og, rey de Basán, salieron a pelear contra nosotros, pero los derrotamos. Tomamos su territorio y se lo dimos como herencia a los rubenitas, a los gaditas y a la media tribu de Manasés.

»Ahora, cumplan con cuidado las condiciones de este pacto para que prosperen en todo lo que hagan. 10 Hoy están ante la presencia del Señor su Dios todos ustedes, sus líderes y sus jefes, sus ancianos y sus oficiales, y todos los hombres de Israel, 11 junto con sus hijos y sus esposas, y los extranjeros que viven en sus campamentos, desde los que cortan la leña hasta los que acarrean el agua. 12 Están aquí para hacer un pacto con el Señor su Dios, quien hoy lo establece con ustedes y lo sella con su juramento. 13 De esta manera confirma hoy que ustedes son su pueblo, y que él es su Dios, según lo prometió y juró a sus antepasados Abraham, Isaac y Jacob. 14 El Señor nuestro Dios afirma que no solo hace su pacto y su juramento con los que ahora estamos en su presencia, 15 sino también con los que todavía no se encuentran entre nosotros.

16 »Ustedes saben cómo fue nuestra vida en Egipto, y cómo avanzamos en medio de las naciones que encontramos en nuestro camino hasta aquí. 17 Ustedes vieron entre ellos sus detestables imágenes e ídolos de madera y de piedra, de plata y de oro. 18 Asegúrense de que ningún hombre ni mujer, ni clan ni tribu entre ustedes, aparte hoy su corazón del Señor nuestro Dios para ir a adorar a los dioses de esas naciones. Tengan cuidado de que ninguno de ustedes sea como una raíz venenosa y amarga.

19 »Si alguno de ustedes, al oír las palabras de este juramento, se cree bueno y piensa: “Todo me saldrá bien, aunque persista yo en hacer lo que me plazca”, provocará la ruina de todos. 20 El Señor no lo perdonará. La ira y el celo de Dios arderán contra ese hombre. Todas las maldiciones escritas en este libro caerán sobre él, y el Señor hará que desaparezca hasta el último de sus descendientes. 21 El Señor lo apartará de todas las tribus de Israel, para su desgracia, conforme a todas las maldiciones del pacto escritas en este libro de la ley.

22 »Sus hijos y las generaciones futuras, y los extranjeros que vengan de países lejanos, verán las calamidades y enfermedades con que el Señor habrá azotado esta tierra. 23 Toda ella será un desperdicio ardiente de sal y de azufre, donde nada podrá plantarse, nada germinará, y ni siquiera la hierba crecerá. Será como cuando el Señor destruyó con su furor las ciudades de Sodoma y Gomorra, Admá y Zeboyín. 24 Todas las naciones preguntarán: “¿Por qué trató así el Señor a esta tierra? ¿Por qué derramó con tanto ardor su furia sobre ella?” 25 Y la respuesta será: “Porque este pueblo abandonó el pacto del Dios de sus padres, pacto que el Señor hizo con ellos cuando los sacó de Egipto. 26 Se fueron y adoraron a otros dioses; se inclinaron ante dioses que no conocían, dioses que no tenían por qué adorar. 27 Por eso se encendió la ira del Señor contra esta tierra, y derramó sobre ella todas las maldiciones escritas en este libro. 28 Y como ahora podemos ver, con mucha furia y enojo el Señor los arrancó de raíz de su tierra, y los arrojó a otro país”.

29 »Lo secreto le pertenece al Señor nuestro Dios, pero lo revelado nos pertenece a nosotros y a nuestros hijos para siempre, para que obedezcamos todas las palabras de esta ley.

Bendición a causa del arrepentimiento

30 »Cuando recibas todas estas bendiciones o sufras estas maldiciones de las que te he hablado, y las recuerdes en cualquier nación por donde el Señor tu Dios te haya dispersado; y cuando tú y tus hijos se vuelvan al Señor tu Dios y le obedezcan con todo el corazón y con toda el alma, tal como hoy te lo ordeno, entonces el Señor tu Dios restaurará tu buena fortuna[a] y se compadecerá de ti. ¡Volverá a reunirte de todas las naciones por donde te haya dispersado! Aunque te encuentres desterrado en el lugar más distante de la tierra, desde allá el Señor tu Dios te traerá de vuelta, y volverá a reunirte. Te hará volver a la tierra que perteneció a tus antepasados, y tomarás posesión de ella. Te hará prosperar, y tendrás más descendientes que los que tuvieron tus antepasados. El Señor tu Dios quitará lo pagano que haya en tu corazón[b] y en el de tus descendientes, para que lo ames con todo tu corazón y con toda tu alma, y así tengas vida. Además, el Señor tu Dios hará que todas estas maldiciones caigan sobre tus enemigos, los cuales te odian y persiguen. Y tú volverás a obedecer al Señor y a cumplir todos sus mandamientos, tal como hoy te lo ordeno. Entonces el Señor tu Dios te bendecirá con mucha prosperidad en todo el trabajo de tus manos y en el fruto de tu vientre, en las crías de tu ganado y en las cosechas de tus campos. El Señor se complacerá de nuevo en tu bienestar, así como se deleitó en la prosperidad de tus antepasados, 10 siempre y cuando obedezcas al Señor tu Dios y cumplas sus mandamientos y preceptos, escritos en este libro de la ley, y te vuelvas al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma.

Elección entre la vida y la muerte

11 »Este mandamiento que hoy te ordeno obedecer no es superior a tus fuerzas ni está fuera de tu alcance. 12 No está arriba en el cielo, para que preguntes: “¿Quién subirá al cielo por nosotros, para que nos lo traiga, y así podamos escucharlo y obedecerlo?” 13 Tampoco está más allá del océano, para que preguntes: “¿Quién cruzará por nosotros hasta el otro lado del océano, para que nos lo traiga, y así podamos escucharlo y obedecerlo?” 14 ¡No! La palabra está muy cerca de ti; la tienes en la boca y en el corazón, para que la obedezcas.

15 »Hoy te doy a elegir entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal. 16 Hoy te ordeno que ames al Señor tu Dios, que andes en sus caminos, y que cumplas sus mandamientos, preceptos y leyes. Así vivirás y te multiplicarás, y el Señor tu Dios te bendecirá en la tierra de la que vas a tomar posesión.

17 »Pero, si tu corazón se rebela y no obedeces, sino que te desvías para adorar y servir a otros dioses, 18 te advierto hoy que serás destruido sin remedio. No vivirás mucho tiempo en el territorio que vas a poseer luego de cruzar el Jordán.

19 »Hoy pongo al cielo y a la tierra por testigos contra ti, de que te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición. Elige, pues, la vida, para que vivan tú y tus descendientes. 20 Ama al Señor tu Dios, obedécelo y sé fiel a él, porque de él depende tu vida, y por él vivirás mucho tiempo en el territorio que juró dar a tus antepasados Abraham, Isaac y Jacob».

La Pascua

12 En Egipto el Señor habló con Moisés y Aarón. Les dijo: «Este mes será para ustedes el más importante, pues será el primer mes del año. Hablen con toda la comunidad de Israel, y díganles que el día décimo de este mes todos ustedes tomarán un cordero[a] por familia, uno por cada casa. Si alguna familia es demasiado pequeña para comerse un cordero entero, deberá compartirlo con sus vecinos más cercanos, teniendo en cuenta el número de personas que sean y las raciones de cordero que se necesiten, según lo que cada persona haya de comer. El animal que se escoja puede ser un cordero o un cabrito de un año y sin defecto, al que cuidarán hasta el catorce del mes, día en que la comunidad de Israel en pleno lo sacrificará al caer la noche. Tomarán luego un poco de sangre y la untarán en los dos postes y en el dintel de la puerta de la casa donde coman el cordero. Deberán comer la carne esa misma noche, asada al fuego y acompañada de hierbas amargas y pan sin levadura. No deberán comerla cruda ni hervida, sino asada al fuego, junto con la cabeza, las patas y los intestinos. 10 Y no deben dejar nada. En caso de que algo quede, lo quemarán al día siguiente. 11 Comerán el cordero de este modo: con el manto ceñido a la cintura, con las sandalias puestas, con la vara en la mano, y de prisa. Se trata de la Pascua del Señor.

12 »Esa misma noche pasaré por todo Egipto y heriré de muerte a todos los primogénitos, tanto de personas como de animales, y ejecutaré mi sentencia contra todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. 13 La sangre servirá para señalar las casas donde ustedes se encuentren, pues al verla pasaré de largo. Así, cuando hiera yo de muerte a los egipcios, no los tocará a ustedes ninguna plaga destructora.

14 »Este es un día que por ley deberán conmemorar siempre. Es una fiesta en honor del Señor, y las generaciones futuras deberán celebrarla. 15 Durante siete días comerán pan sin levadura, de modo que deben retirar de sus casas la levadura el primer día. Todo el que coma algo con levadura desde el día primero hasta el séptimo será eliminado de Israel. 16 Celebrarán una reunión solemne el día primero, y otra el día séptimo. En todo ese tiempo no harán ningún trabajo, excepto preparar los alimentos que cada uno haya de comer. Solo eso podrán hacer.

17 »Celebrarán la fiesta de los Panes sin levadura, porque fue ese día cuando los saqué de Egipto formados en escuadrones. Por ley, las generaciones futuras siempre deberán celebrar ese día. 18 Comerán pan sin levadura desde la tarde del día catorce del mes primero hasta la tarde del día veintiuno del mismo mes. 19 Durante siete días se abstendrán de tener levadura en sus casas. Todo el que coma algo con levadura, sea extranjero o israelita, será eliminado de la comunidad de Israel. 20 No coman nada que tenga levadura. Dondequiera que vivan ustedes, comerán pan sin levadura».

21 Convocó entonces Moisés a todos los ancianos israelitas, y les dijo: «Vayan en seguida a sus rebaños, escojan el cordero para sus respectivas familias, y mátenlo para celebrar la Pascua. 22 Tomen luego un manojo de hisopo, mójenlo en la sangre recogida en la palangana, unten de sangre el dintel y los dos postes de la puerta, ¡y no salga ninguno de ustedes de su casa hasta la mañana siguiente! 23 Cuando el Señor pase por el país para herir de muerte a los egipcios, verá la sangre en el dintel y en los postes de la puerta, y pasará de largo por esa casa. No permitirá el Señor que el ángel exterminador entre en las casas de ustedes y los hiera.

24 »Obedezcan estas instrucciones. Será una ley perpetua para ustedes y para sus hijos. 25 Cuando entren en la tierra que el Señor ha prometido darles, ustedes seguirán celebrando esta ceremonia. 26 Y cuando sus hijos les pregunten: “¿Qué significa para ustedes esta ceremonia?”, 27 les responderán: “Este sacrificio es la Pascua del Señor, que en Egipto pasó de largo por las casas israelitas. Hirió de muerte a los egipcios, pero a nuestras familias les salvó la vida”».

Al oír esto, los israelitas se inclinaron y adoraron al Señor, 28 y fueron y cumplieron al pie de la letra lo que el Señor les había ordenado a Moisés y a Aarón.

Muerte de los primogénitos egipcios

29 A medianoche el Señor hirió de muerte a todos los primogénitos egipcios, desde el primogénito del faraón en el trono hasta el primogénito del preso en la cárcel, así como a las primeras crías de todo el ganado. 30 Todos en Egipto se levantaron esa noche, lo mismo el faraón que sus funcionarios, y hubo grandes lamentos en el país. No había una sola casa egipcia donde no hubiera algún muerto.

31 Esa misma noche mandó llamar el faraón a Moisés y a Aarón, y les ordenó: «¡Largo de aquí! ¡Aléjense de mi pueblo ustedes y los israelitas! ¡Vayan a adorar al Señor, como lo han estado pidiendo! 32 Llévense también sus rebaños y sus ganados, como lo han pedido, ¡pero váyanse ya, que para mí será una bendición!»

33 El pueblo egipcio, por su parte, instaba a los israelitas a que abandonaran pronto el país. «De lo contrario —decían—, ¡podemos darnos por muertos!» 34 Entonces los israelitas tomaron las artesas de masa todavía sin leudar y, luego de envolverlas en sus ropas, se las echaron al hombro. 35 Después, siguiendo las instrucciones que Moisés les había dado, pidieron a los egipcios que les dieran objetos de oro y de plata, y también ropa. 36 El Señor hizo que los egipcios vieran con buenos ojos a los israelitas, así que les dieron todo lo que les pedían. De este modo los israelitas despojaron por completo a los egipcios.

El éxodo

37 Los israelitas partieron de Ramsés, en dirección a Sucot. Sin contar a las mujeres y a los niños, eran unos seiscientos mil hombres de a pie. 38 Con ellos salió también gente de toda laya, y grandes manadas de ganado, tanto de ovejas como de vacas. 39 Con la masa que sacaron de Egipto cocieron panes sin levadura, pues la masa aún no había fermentado. Como los echaron de Egipto, no tuvieron tiempo de preparar comida.

40 Los israelitas habían vivido en Egipto cuatrocientos treinta años. 41 Precisamente el día en que se cumplían los cuatrocientos treinta años, todos los escuadrones del Señor salieron de Egipto. 42 Aquella noche el Señor la pasó en vela para sacar de Egipto a los israelitas. Por eso también las generaciones futuras de israelitas deben pasar esa noche en vela, en honor del Señor.

Restricciones para la Pascua

43 El Señor les dijo a Moisés y a Aarón: «Estas son las normas para la Pascua:

»Ningún extranjero podrá participar de ella.

44 »Podrán participar de ella todos los esclavos que hayas comprado con tu dinero, siempre y cuando los hayas circuncidado antes.

45 »Ningún residente temporal ni trabajador a sueldo podrá participar de ella.

46 »La Pascua deberá comerse en casa, y de allí no se sacará ni un solo pedazo de carne. Tampoco se le quebrará ningún hueso al animal sacrificado.

47 »Toda la comunidad de Israel debe celebrar la Pascua.

48 »Todo extranjero que viva entre ustedes y quiera celebrar la Pascua del Señor deberá primero circuncidar a todos los varones de su familia; solo entonces podrá participar de la Pascua como si fuera nativo del país.

»Ningún incircunciso podrá participar de ella.

49 »La misma ley se aplicará al nativo y al extranjero que viva entre ustedes».

50 Todos los israelitas cumplieron al pie de la letra lo que el Señor les había ordenado a Moisés y a Aarón. 51 Ese mismo día el Señor sacó de Egipto a los israelitas, escuadrón por escuadrón.

Noemí y Rut

En el tiempo en que los caudillos[a] gobernaban el país, hubo allí una época de hambre. Entonces un hombre de Belén de Judá emigró a la tierra de Moab, junto con su esposa y sus dos hijos. El hombre se llamaba Elimélec, su esposa se llamaba Noemí y sus dos hijos, Majlón y Quilión, todos ellos efrateos, de Belén de Judá. Cuando llegaron a la tierra de Moab, se quedaron a vivir allí.

Pero murió Elimélec, esposo de Noemí, y ella se quedó sola con sus dos hijos. Estos se casaron con mujeres moabitas, la una llamada Orfa y la otra Rut. Después de haber vivido allí unos diez años, murieron también Majlón y Quilión, y Noemí se quedó viuda y sin hijos.

Noemí decidió regresar de la tierra de Moab con sus dos nueras, porque allí se enteró de que el Señor había acudido en ayuda de su pueblo al proveerle de alimento. Salió, pues, con sus dos nueras del lugar donde había vivido, y juntas emprendieron el camino que las llevaría hasta la tierra de Judá.

Entonces Noemí les dijo a sus dos nueras:

—¡Miren, vuelva cada una a la casa de su madre! Que el Señor las trate a ustedes con el mismo amor y lealtad que ustedes han mostrado con los que murieron y conmigo. Que el Señor les conceda hallar seguridad en un nuevo hogar, al lado de un nuevo esposo.

Luego las besó. Pero ellas, deshechas en llanto, 10 exclamaron:

—¡No! Nosotras volveremos contigo a tu pueblo.

11 —¡Vuelvan a su casa, hijas mías! —insistió Noemí—. ¿Para qué se van a ir conmigo? ¿Acaso voy a tener más hijos que pudieran casarse con ustedes? 12 ¡Vuelvan a su casa, hijas mías! ¡Váyanse! Yo soy demasiado vieja para volver a casarme. Aun si abrigara esa esperanza, y esta misma noche me casara y llegara a tener hijos, 13 ¿los esperarían ustedes hasta que crecieran? ¿Y por ellos se quedarían sin casarse? ¡No, hijas mías! Mi amargura es mayor que la de ustedes; ¡la mano del Señor se ha levantado contra mí!

14 Una vez más alzaron la voz, deshechas en llanto. Luego Orfa se despidió de su suegra con un beso, pero Rut se aferró a ella.

15 —Mira —dijo Noemí—, tu cuñada se vuelve a su pueblo y a sus dioses. Vuélvete con ella.

16 Pero Rut respondió:

—¡No insistas en que te abandone o en que me separe de ti!

»Porque iré adonde tú vayas,
    y viviré donde tú vivas.
Tu pueblo será mi pueblo,
    y tu Dios será mi Dios.
17 Moriré donde tú mueras,
    y allí seré sepultada.
¡Que me castigue el Señor con toda severidad
    si me separa de ti algo que no sea la muerte!»

18 Al ver Noemí que Rut estaba tan decidida a acompañarla, no le insistió más.

19 Entonces las dos mujeres siguieron caminando hasta llegar a Belén. Apenas llegaron, hubo gran conmoción en todo el pueblo a causa de ellas.

—¿No es esta Noemí? —se preguntaban las mujeres del pueblo.

20 —Ya no me llamen Noemí[b] —repuso ella—. Llámenme Mara,[c] porque el Todopoderoso ha colmado mi vida de amargura.

21 »Me fui con las manos llenas,
    pero el Señor me ha hecho volver sin nada.
¿Por qué me llaman Noemí
    si me ha afligido el Señor,[d]
    si me ha hecho desdichada el Todopoderoso?»

22 Así fue como Noemí volvió de la tierra de Moab acompañada por su nuera, Rut la moabita. Cuando llegaron a Belén, comenzaba la cosecha de cebada.

Encuentro de Rut con Booz

Noemí tenía, por parte de su esposo, un pariente que se llamaba Booz. Era un hombre rico e influyente de la familia de Elimélec.

Y sucedió que Rut la moabita le dijo a Noemí:

—Permíteme ir al campo a recoger las espigas que vaya dejando alguien a quien yo le caiga bien.

—Anda, hija mía —le respondió su suegra.

Rut salió y comenzó a recoger espigas en el campo, detrás de los segadores. Y dio la casualidad de que el campo donde estaba trabajando pertenecía a Booz, el pariente de Elimélec.

En eso llegó Booz desde Belén y saludó a los segadores:

—¡Que el Señor esté con ustedes!

—¡Que el Señor lo bendiga! —respondieron ellos.

—¿De quién es esa joven? —preguntó Booz al capataz de sus segadores.

—Es una joven moabita que volvió de la tierra de Moab con Noemí —le contestó el capataz—. Ella me rogó que la dejara recoger espigas de entre las gavillas, detrás de los segadores. No ha dejado de trabajar desde esta mañana que entró en el campo, hasta ahora que ha venido a descansar un rato en el cobertizo.[a]

Entonces Booz le dijo a Rut:

—Escucha, hija mía. No vayas a recoger espigas a otro campo, ni te alejes de aquí; quédate junto a mis criadas, fíjate bien en el campo donde se esté cosechando, y síguelas. Ya les ordené a los criados que no te molesten. Y, cuando tengas sed, ve adonde están las vasijas y bebe del agua que los criados hayan sacado.

10 Rut se inclinó hacia la tierra, se postró sobre su rostro y exclamó:

—¿Cómo es que le he caído tan bien a usted, hasta el punto de fijarse en mí, siendo solo una extranjera?

11 —Ya me han contado —le respondió Booz— todo lo que has hecho por tu suegra desde que murió tu esposo; cómo dejaste padre y madre, y la tierra donde naciste, y viniste a vivir con un pueblo que antes no conocías. 12 ¡Que el Señor te recompense por lo que has hecho! Que el Señor, Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte, te lo pague con creces.

13 —¡Ojalá siga yo siendo de su agrado, mi señor! —contestó ella—. Usted me ha consolado y me ha hablado con cariño, aunque ni siquiera soy como una de sus servidoras.

14 A la hora de comer, Booz le dijo:

—Ven acá. Sírvete pan y moja tu bocado en el vinagre.

Cuando Rut se sentó con los segadores, Booz le ofreció grano tostado. Ella comió, quedó satisfecha, y hasta le sobró. 15 Después, cuando ella se levantó a recoger espigas, él dio estas órdenes a sus criados:

—Aun cuando saque espigas de las gavillas mismas, no la hagan pasar vergüenza. 16 Más bien, dejen caer algunas espigas de los manojos para que ella las recoja, ¡y no la reprendan!

17 Así que Rut recogió espigas en el campo hasta el atardecer. Luego desgranó la cebada que había recogido, la cual pesó más de veinte kilos.[b] 18 La cargó de vuelta al pueblo, y su suegra vio cuánto traía. Además, Rut le entregó a su suegra lo que le había quedado después de haber comido hasta quedar satisfecha.

19 Su suegra le preguntó:

—¿Dónde recogiste espigas hoy? ¿Dónde trabajaste? ¡Bendito sea el hombre que se fijó en ti!

Entonces Rut le contó a su suegra acerca del hombre con quien había estado trabajando. Le dijo:

—El hombre con quien hoy trabajé se llama Booz.

20 —¡Que el Señor lo bendiga! —exclamó Noemí delante de su nuera—. El Señor no ha dejado de mostrar su fiel amor hacia los vivos y los muertos. Ese hombre es nuestro pariente cercano; es uno de los parientes que nos pueden redimir.

21 Rut la moabita añadió:

—Incluso me dijo que me quedara allí con sus criados hasta que terminaran de recogerle toda la cosecha.

22 —Hija mía, te conviene seguir con sus criadas —le dijo Noemí—, para que no se aprovechen de ti en otro campo.

23 Así que Rut se quedó junto con las criadas de Booz para recoger espigas hasta que terminó la cosecha de la cebada y del trigo. Mientras tanto, vivía con su suegra.

Rut y Booz en la era

Un día su suegra Noemí le dijo:

—Hija mía, ¿no debiera yo buscarte un hogar seguro donde no te falte nada? Además, ¿acaso Booz, con cuyas criadas has estado, no es nuestro pariente? Pues bien, él va esta noche a la era para aventar la cebada. Báñate y perfúmate, y ponte tu mejor ropa. Baja luego a la era, pero no dejes que él se dé cuenta de que estás allí hasta que haya terminado de comer y beber. Cuando se vaya a dormir, te fijas dónde se acuesta. Luego vas, le destapas los pies, y te acuestas allí. Verás que él mismo te dice lo que tienes que hacer.

—Haré todo lo que me has dicho —respondió Rut.

Y bajó a la era e hizo todo lo que su suegra le había mandado.

Booz comió y bebió, y se puso alegre. Luego se fue a dormir detrás del montón de grano. Más tarde Rut se acercó sigilosamente, le destapó los pies y se acostó allí. A medianoche Booz se despertó sobresaltado y, al darse vuelta, descubrió que había una mujer acostada a sus pies.

—¿Quién eres? —le preguntó.

—Soy Rut, su sierva. Extienda sobre mí el borde de su manto,[a] ya que usted es un pariente que me puede redimir.

10 —Que el Señor te bendiga, hija mía. Esta nueva muestra de lealtad de tu parte supera la anterior, ya que no has ido en busca de hombres jóvenes, sean ricos o pobres. 11 Y ahora, hija mía, no tengas miedo. Haré por ti todo lo que me pidas. Todo mi pueblo[b] sabe que eres una mujer ejemplar. 12 Ahora bien, aunque es cierto que soy un pariente que puede redimirte, hay otro más cercano que yo. 13 Quédate aquí esta noche. Mañana, si él quiere redimirte, está bien que lo haga. Pero, si no está dispuesto a hacerlo, ¡tan cierto como que el Señor vive, te juro que yo te redimiré! Ahora acuéstate aquí hasta que amanezca.

14 Así que se quedó acostada a sus pies hasta el amanecer, y se levantó cuando aún estaba oscuro; pues él había dicho: «Que no se sepa que una mujer vino a la era».

15 Luego Booz le dijo:

—Pásame el manto que llevas puesto y sostenlo firmemente.

Rut lo hizo así, y él echó en el manto veinte kilos[c] de cebada y puso la carga sobre ella. Luego él regresó al pueblo.

16 Cuando Rut llegó adonde estaba su suegra, esta le preguntó:

—¿Cómo te fue, hija mía?

Rut le contó todo lo que aquel hombre había hecho por ella, 17 y añadió:

—Me dio estos veinte kilos de cebada, y me dijo: “No debes volver a tu suegra con las manos vacías”.

18 Entonces Noemí le dijo:

—Espérate, hija mía, a ver qué sucede, porque este hombre no va a descansar hasta dejar resuelto este asunto hoy mismo.

Matrimonio de Booz y Rut

Booz, por su parte, subió hasta la puerta de la ciudad y se sentó allí. En eso pasó el pariente redentor que él había mencionado.

—Ven acá, amigo mío, y siéntate —le dijo Booz.

El hombre fue y se sentó.

Entonces Booz llamó a diez de los ancianos de la ciudad, y les dijo:

—Siéntense aquí.

Y ellos se sentaron. Booz le dijo al pariente redentor:

—Noemí, que ha regresado de la tierra de Moab, está vendiendo el terreno que perteneció a nuestro hermano Elimélec. Consideré que debía informarte del asunto y sugerirte que lo compres en presencia de estos testigos y de los ancianos de mi pueblo. Si vas a redimir el terreno, hazlo. Pero, si no vas[a] a redimirlo, házmelo saber, para que yo lo sepa. Porque ningún otro tiene el derecho de redimirlo sino tú y, después de ti, yo tengo ese derecho.

—Yo lo redimo —le contestó.

Pero Booz le aclaró:

—El día que adquieras el terreno de Noemí, adquieres también a Rut la moabita, viuda[b] del difunto, a fin de conservar su nombre junto con su heredad.

—Entonces no puedo redimirlo —respondió el pariente redentor—, porque podría perjudicar mi propia herencia. Redímelo tú; te cedo mi derecho. Yo no puedo ejercerlo.

En aquellos tiempos, para ratificar la redención o el traspaso de una propiedad en Israel, una de las partes contratantes se quitaba la sandalia y se la daba a la otra. Así se acostumbraba legalizar los contratos en Israel. Por eso el pariente redentor le dijo a Booz:

—Cómpralo tú.

Y se quitó la sandalia.

Entonces Booz proclamó ante los ancianos y ante todo el pueblo:

—Hoy son ustedes testigos de que le he comprado a Noemí toda la propiedad de Elimélec, Quilión y Majlón, 10 y de que he tomado como esposa a Rut la moabita, viuda de Majlón, a fin de preservar el nombre del difunto con su heredad, para que su nombre no desaparezca de entre su familia ni de los registros del pueblo. ¡Hoy son ustedes testigos!

11 Los ancianos y todos los que estaban en la puerta respondieron:

—Somos testigos.

»¡Que el Señor haga que la mujer que va a formar parte de tu hogar sea como Raquel y Lea, quienes juntas edificaron el pueblo de Israel!

»¡Que seas un hombre ilustre en Efrata, y que adquieras renombre en Belén!

12 »¡Que por medio de esta joven el Señor te conceda una descendencia tal que tu familia sea como la de Fares, el hijo que Tamar le dio a Judá!»

Genealogía de David

13 Así que Booz tomó a Rut y se casó con ella. Cuando se unieron, el Señor le concedió quedar embarazada, de modo que tuvo un hijo. 14 Las mujeres le decían a Noemí: «¡Alabado sea el Señor, que no te ha dejado hoy sin un redentor! ¡Que llegue a tener renombre en Israel! 15 Este niño renovará tu vida y te sustentará en la vejez, porque lo ha dado a luz tu nuera, que te ama y es para ti mejor que siete hijos».

16 Noemí tomó al niño, lo puso en su regazo y se encargó de criarlo. 17 Las vecinas decían: «¡Noemí ha tenido un hijo!» Y lo llamaron Obed. Este fue el padre de Isaí, padre de David.

18 Así que este es el linaje de Fares:

Fares fue el padre de Jezrón;

19 Jezrón, el padre de Ram;

Ram, el padre de Aminadab;

20 Aminadab, el padre de Naasón;

Naasón, el padre de Salmón;[c]

21 Salmón, el padre de Booz;

Booz, el padre de Obed;

22 Obed, el padre de Isaí;

e Isaí, el padre de David.